Estas tres obras son como un corte transversal al teatro de Bernhard, tres momentos, tres formas de hacer. Una fiesta para Boris es su primera obra y muestra un Bernhard ya maduro, aunque al fondo se agiten todavía Beckett, Genet o Artaud. Quince tullidos, con sus sillas de ruedas, son los encargados de mostrar (no demostrar) una tesis sencilla: las personas caritativas son las más crueles. En la meta el humor está más soterrado pero quizá por eso resulta más atroz. La novedad es que, en la figura de un "escritor dramático" que ha logrado su primer éxito, Bernhard se escenifica a sí mismo: su protagonista rezuma autobiografía. El teatrero, por último, no es más que un personaje, uno de esos personajes que han hecho famoso a Bernhard: atrabiliario, gruñón, megalómano y, sobre todo, patético. No ocurre gran cosa en escena, pero ocurre un hombre, un hombre de teatro. Una frase que se queda grabada al acabar la lectura es: "O se es un clásico desde el principio/o no se es".
Nº de páginas: 381
PVP: 18 ¬
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