En 1977, publicó Eva, todavía en la Prisión de Yeserías, Madrid, en la que había ingresado en septiembre de 1974, su libro Testimonios de lucha y resistencia (Editorial Mugalde, Hendaia), en el que uno de sus pasajes fundamentales es el trabajo titulado "Diez días que conmovieron un mundo" (páginas 169 y siguientes). Una extraña aventura es una reescritura de aquellos diez días de intercambio de vivencias entre unas mujeres que habían pasado por ese trance atroz que es la tortura policíaca. Una extraña aventura, o también “un viaje”, como le gustaba decir a Eva.
Otra gran fuente para la debida comprensión de esta obra, que hoy se presenta a sus lectores, diríamos, “en estado naciente”, tal como ella la dejó, “no terminada”, o, por mejor decir, no suficientemente terminada, sino abierta a distintas terminaciones (dramaturgias), es esa gran documentación sobre el tema de la tortura y su existencia en situaciones que se afirman a sí mismas como democráticas, y que es Diez años de tortura y democracia (segunda edición, Editora: Gestoras Pro Amnistía de Euskadi). En este libro, palpitante de sufrimientos y acusaciones al Sistema, hay un pasaje del que no es posible prescindir para la comprensión de todo este horror (ver sus páginas 108 y siguientes): Viacrucis por Gipuzkoa en siete estaciones.
Aquí está, por fin publicada, la obra dramática que su autora venía anunciando desde hace mucho tiempo, y de la que ya hay –adelantadas a su terminación por ella– dos versiones francesas, ambas representadas en Iparralde y en Francia, sin que desde el llamado “teatro vasco”, siempre tan distante y hasta ignorante de su tiempo y de su propio país, se percibiera el menor interés por la existencia de este texto, que quedó por mucho tiempo –y hasta hoy– clausurado en las dos versiones en lengua francesa, que en la presente edición quedan reseñadas por la propia autora en algún momento (en su “prologuillo”).
Ella, solicitada por mil actividades prácticas y teóricas referentes a su universal compromiso solidario, no conseguía llevarla a término en lengua castellana, y así fue hasta el final; de manera que el texto que hoy aparece tiene un pasaje al principio, ya definitivamente escrito (en versos libres), y el resto aparece en una nítida prosa, que ya es una forma de verso, pues comporta un tratamiento literario muy cuidadoso y de alta calidad.
Aquí está, decimos, tal como ella había comenzado a elaborar su estilo, en unos versos que son, como aquellos en los que Thomas Bernhard escribió sus dramas, más bien una prosa versificada. Yo creo que una vez más se confirma lo que me he permitido afirmar otras veces, y también hace un momento: que la prosa es una forma más libre del verso, o que el verso es una forma más elaborada de la prosa (y, desde luego, que en la calle y en nuestras casas y lugares de estudio y de trabajo la gente no habla en prosa, a pesar de que sobre este tema Molière hiciera reír sin fundamento a los públicos de su Burgués Gentilhombre).
El tema de la tortura había movilizado siempre a Eva, desde antes de que ella misma la sufriera en su propio cuerpo y, sobre todo, en su alma (permitidme que me exprese así, entendiendo el alma como una superestructura del cuerpo; Ortega habló del “alma corporal”, y algo así hay, sin duda alguna, pues la materia alcanza un nivel “espiritual” en el curso de la evolución, y quien lo niegue se instala en un materialismo grosero y estúpido), y fue ella quien creó, en plena odiosa Dictadura, un Comité de Solidaridad con Euskadi, que se ocupó sobre todo de denunciar aquellos horrores. Ambos fuimos también los motores –o promotores– de aquel que fue famoso Documento de intelectuales y artistas contra las torturas a los mineros asturianos durante las grandes y heroicas huelgas de los años 60. Después ella habría de desarrollar toda su actividad, durante muchos años de su vida, en una batalla, en la que quemó generosamente infinidad de horas de su vida, sin jamás pedir algo a cambio, ni siquiera el debido reconocimiento a su tarea; de modo que su presencia fue siempre activísima en esta lucha contra esa Gran Infamia que es la tortura policíaca. Por eso son tan evidentes las huellas de lo que vengo diciendo en su obra literaria, desde aquellos Testimonios de lucha y resistencia y Onintze en el País de la Democracia hasta esa obra fundamental y clave (políticamente hablando) que es Diez años de Tortura y Democracia.
Ahora se presenta este texto, hemos dicho, tal como ella lo ha dejado, y ello como testimonio de sus urgencias: gran escritora, se prohibió a sí misma serlo, en función de sus actividades que, ética y políticamente la solicitaban. Así es que quienes (si es que hay alguien) quieran hacer teatro con esta obra dramática, lo que aquí tienen es los materiales a punto para lo que puede resultar una excelente dramaturgia.
Decir, en fin, que Eva es una gran escritora, ignorada como tal, pero evidente en sus obras más políticas y, digamos, periodísticas: Operación Ogro es una excelente obra literaria ocultada por la importancia de su contenido testimonial, y cuando se publique al fin Los Nuevos Cubanos espero que alguien descubra la entidad literaria de este trabajo, que lo asimila a grandes obras como Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis o Una aldea de la China popular de Jan Myrdal. Ella sacrificó su obra propiamente literaria, por un lado a sus escrúpulos perfeccionistas, y por otro a las reclamaciones de su imperativo moral, asentado en la lucha de los pueblos por su soberanía.
Ella sin embargo alcanzó a probar que se puede hacer gran literatura con los temas sociales y políticos de hoy, como siempre se hizo –¿recordamos a Shakespeare?– con los temas históricos. Así, Operación Ogro es una gran obra en todos los sentidos. El Diario y Cartas desde la cárcel es otro; y Los Nuevos Cubanos una obra maestra.
Hay, creo yo, una gran deuda con ella, evidente ante la profundidad de su obra, por ella misma desdeñada, cuando decía que aquellas obras no eran sino “trabajos de urgencia”. Así pues, su obra literaria está por estudiar; ella es un tesoro inagotable de experiencias y reflexiones, que conducen a análisis que desvelan que la “democracia” en la que vivimos –por “democrática” que se presente– es un hecho oprobioso y terrible. Se descubre en ella que presuntos partidarios de la justicia y de la libertad –como esos hombrecillos que han sido en la vida pública Felipe González o el Juez Garzón o Zapatero– han sido y son, en la realidad, cómplices de muchos desafueros que, en las obras de Eva Forest, desfilan ante nuestros ojos.
Apasionante es, pues, su obra literaria, y así mismo desconocida casi en su totalidad. El valor literario de sus trabajos siempre fue disminuido o decididamente ignorado, y, en definitiva, permaneció oculto; más bien, ocultado.
Esta Extraña Aventura es, en fin, un alcaloide literario de sus obras ya publicadas, pero también de las que se han de publicar y también de las que no se publicarán porque son testimonios grabados a pie de cuartelillo de la Guardia Civil o de Comisaría o de Cárcel que sólo quedarán archivados en la Biblioteca Eva Forest-Alfonso Sastre que se abrirá en su día, en una sede de la Fundación Koldo Mitxelena. Son centenares de horas de grabación, y quien un día oiga esas grabaciones advertirá la profundidad del conocimiento que ella tenía de esta práctica y la calidad de sus análisis. Desde el recuerdo de las torturas a las que ella misma había sido sometida yo pongo aquí una vez más el grito en el cielo: ¡Malditos seáis los torturadores! Eva Forest os va a acusar eternamente.
Alfonso Sastre
verano de 2007
Nº de páginas: 138
PVP: 12 ¬
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Comentarios sobre la obra
La realidad hecha pedazos
Beatriz Morales Bastos, Rebelión, 11 de octubre de 2007
Como explica Alfonso Sastre en el prólogo, este librito es una reescritura de uno de los pasajes fundamentales del libro de Eva Forest publicado en 1977, Testimonios de lucha y resistencia (Editorial Mugalde, Hendaia). El pasaje se titulaba Diez días que conmovieron al mundo, ya que en él se relata el intercambio de experiencias de varias mujeres que han pasado durante diez días por la tortura policial. Durante muchos años Eva mantuvo el proyecto de reelaborarlo como una obra dramática, pero este proyecto fue quedando aplazado ante el apremio de la actividad política que Eva no dejó de desarrollar ni un segundo de su vida. El texto se presenta, pues, "tal como ella lo ha dejado, y ello como testimonio de sus urgencias: gran escritora, se prohibió a sí misma serlo, en función de sus actividades que, ética y políticamente la solicitaban", nos explica Alfonso Sastre en el prólogo.
A lo largo de las páginas del libro varias mujeres van desgranando su experiencia de la tortura. Y lo hacen tanto para tratar de explicarse a sí mismas y de asimilar esta extraña aventura, esta realidad que han vivido, como para tratar de explicarla a quienes no la han vivido y, con ello, denunciarla. Todas comparten la necesidad de contarlo, de que se sepa y, al mismo tiempo, el temor a no ser creídas. A través de sus diálogos, del intercambio de experiencias y del intento de recuperarlas con cierta distancia, estas mujeres tratan de llegar al fondo de esta situación límite que las ha conmovido profundamente y que les ha descubierto aspectos de la propia existencia que ellas ignoraban. Así, animadas por los recuerdos compartidos, a lo largo de las páginas de la obra van recuperando los distintos episodios de aquellos diez días en los que fueron torturadas y los muy diversos matices de esa experiencia tan demoledora pero tan rica a la vez, desde la extrañeza y la sensación de desdoblamiento a los momentos de intensa ternura, pasado por las situaciones cómicas o que rayan el absurdo y el esperpento. Desfilan también los demás personajes que completan el cuadro: los torturadores, con la prepotencia, la crueldad y el profundo machismo que les permite su impunidad total; el forense que se limita a recoger, a regañadientes casi, únicamente las marcas visibles; los otros torturados, familiares, amigos o conocidos de las protagonistas, que están ahí o van llegando a los largo de esos días y que permanecen en un segundo plano. Y, cómo no, Eva nos habla también de las distintas formas de tortura, tanto física como psicológica que sufren todos ellos, pero lo hace con una sobriedad y contención muy próximas a otro libro clásico sobre la tortura, La Question, de Henry Alleg.
A la hora de escribir la propia autora sufre también un desdoblamiento ya que el punto de vista desde el que se aborda la obra es doble: desde la experiencia de la tortura vivida tanto en carne propia como a través de los innumerables testimonios que Eva fue recogiendo a lo largo de toda su vida, y desde la observación de la psicoanalista. Y todo ello con un lenguaje extremadamente cuidado y expresivo, con un tono lírico que consigue muy eficazmente crear un puente entre la extraña realidad de la tortura y la realidad cotidiana fuera de ella.
Esta obra se escribió en 1977, sin embargo, Eva no dejó de luchar ni un solo día de su vida para que la tortura saliera de las comisarías (de comisarías muy concretas, como la ya demolida del barrio del Antiguo de Donosti que cita en la obra), de las "zapaterías" y los "garajes" (los lugares polivalentes en los que se "fabrican" las torturas de la obra), pero también de los corazones y las mentes de los torturados. Y para que llegara a los oídos de quienes no quieren ver ni oír. Estoy segura de que nada hubiera gustado más a Eva que el hecho de que este libro dejara de tener actualidad en nuestros días y quedara únicamente como testimonio de un horror superado.
Beatriz Morales Bastos es miembro del colectivo de traductores de Rebelión y también ha traducido varias libros para la editorial Hiru.
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Viaje a la casa de los horrores
Joxemari Carrere Zabala, Gara-Mugalari 13 octubre 2007
¿Qué es el miedo? ¿A través de qué extraños mecanismos se desarrolla? ¿Es posible explicarlo en palabras? Sabemos que todos los miedos no son iguales, que hay distintas categorías, que cada persona tiene los suyos. Hay grandes miedos y miedos pequeños. Controlarlos es una tarea que los seres humanos no abandonamos durante toda nuestra existencia. Pero el verdadero miedo de los miedos es aquel que utilizan contra nosotros mismos, aquel que ahonda en lo más profundo de nuestro ser hasta anularnos como personas merecedoras de una dignidad. El poder es muy hábil en utilizar estos sentimientos humanos para el control de la población; es un arma que ha estudiado y desarrollado durante siglos para perpetuarse. Y de todos esos horrores el más maquiavélico, el más cruel, el más ocultado es el de la tortura. El miedo al dolor infinito, a la indefensión ante quienes solo buscan la aniquilación física y psíquica de la persona caída en sus garras. Y dándose el caso, aquella persona que caiga en manos de esa máquina de aniquilación tendrá la sensación de vivir, cuando menos, una extraña aventura.
Y extraña aventura, o viaje como a ella le gustaba decir, fue la que nos describió Eva Forest en Testimonios de lucha y resistencia (Edit. Mugalde, Hendaia) un libro publicado en 1977, estando aún recluida en la prisión de Yeserías, donde había ingresado en 1974. Incluido en el libro aparece el trabajo titulado Diez días que conmovieron al mundo (en clara referencia, como habrá percibido el lector o lectora, al famoso libro de John Reed sobre la Revolución Rusa). Ahora la editorial Hiru nos hace llegar esta reescritura de aquel escrito sobre la tortura bajo el título Una extraña aventura, libro póstumo de la autora en el que se aborda esta injusticia que hasta el fin de sus días Eva Forest denunció y luchó por erradicar.
Eva Forest nos presenta narración pensada no solo para ser leída sino con la intención de ser vista, esto es, una puesta en escena cercana al docudrama, o teatro documento, con la intención que por medio de una dramaturgia adecuada pueda ser llevada al escenario. Para ello nos cuenta el encuentro de tres reclusas que a través de las respectivas narraciones de sus experiencias con la tortura van describiendo y descubriendo tanto a sus compañeras como a ellas mismas la verdadera lacra de la tortura, es decir, las señales que más profundas que en el cuerpo, deja en el alma. A través de sus diálogos, monólogos en cierto sentido, vamos descubriendo que el verdadero fundamento de la tortura no está en las señales físicas que pueda dejar, o en el dolor, o en el cansancio, en eso que todos nos imaginamos cuando nos describen la tortura de la bañera, o los electrodos; sino, como nos dicen ellas mismas en “contar lo que nadie cuenta”, “lo de menos es la agresión concreta”. Y así, la autora nos envuelve, en boca de las protagonistas, en esa atmósfera tan extraña a veces, que llega a rozar el surrealismo. Y junto a estas tres mujeres, nos presenta Eva a una “vieja vestida de negro, muy callada”, que podríamos identificar con la autora misma, un personaje que observa y escucha, pero que conoce muy bien las historias que oye, esos extraños viajes, dando a la narración el punto de vista reflexivo y extrañado necesario, compañero de tantos sentimientos, sin alejarse de ellos al mismo tiempo.
Con este relato re-descubrimos a una Eva Forest escritora, que, aunque ya nos dejó excelentes trabajos como Operación Ogro, ha quedado oculta tras una vida militante que ahora se nos muestra en toda su intensidad literaria.