DE GÁNGSTERS Y DE NAZIS
El cooperador, de Friedrich Dürrenmatt
El Príncipe de Spandau y otras piezas, de Hélder Costa
Parece como si se estuviera desvaneciendo la idea de que las ediciones de teatro son inviables; idea que casi convertía en un tabú o en un milagro la publicación de obras teatrales. Así, el teatro ha sido la Cenicienta del mundo editorial hasta hace muy poco y seguramente sigue siéndolo, pues no es que digamos que ahora la situación haya cambiado radicalmente; pero sí que se ven más y mejores ediciones dramáticas desde hace algún tiempo. Así las que aparecen en la colección Skene de Hiru Argitaletxea, como estas dos últimas que ahora reseñamos, y que son muy significativas de lo que ha sido -y parece volver a ser de cara al futuro- el "teatro político", como una estética que nació, sin duda, con las experiencias y las reflexiones del actor y director berlinés Erwin Piscator durante los años posteriores a la primera guerra mundial. (Por cierto que se nos anuncia la aparición de su gran libro "El teatro político" para las próximas semanas, lo que es una buena noticia porque se trata de una obra maestra y, desde hace muchos años, agotada e inencontrable).
La edición casi simultánea de estos dos dramas nos facilita recordar que en el teatro político de izquierda se ha asociado siempre el capitalismo a la delincuencia y el nazismo a la locura. Dürrenmatt es un maestro que trabajó mucho sobre la primera idea, en una línea querida para Brecht, de quien siempre tenemos presente su (inolvidable) "Ópera de cuatro perras", pero también "La resistible ascensión de Arturo Ui". En esta obra de Dürrenmatt se presenta una vez más, pero con matices de renovación en el estilo, la imagen de una "sociedad delincuente", a cuyos designios delictivos cooperamos todos los ciudadanos más o menos conscientemente. Es una sociedad criminal, que cuida técnicamente de la ocultación de sus crímenes, de la desaparición de sus huellas, poniendo todas las tecnologias de punta - en apariencia inocentes y, claro está, progresistas- al servicio de sus siniestras cloacas. "Duro teatro pero teatro", podíamos decir glosando aquel aforimo latino; y además, lo que puede resultar paradójico, enormemente divertido.
En cuanto al "Príncipe de Spandau", es una revelación, descarada e indecente, que uno de los líderes del nazismo, Rudolf Hess, hace, sin tener conciencia de ello, porque él mismo está loco, de las relaciones entre el "nazionalsocialismo" y la locura: una locura que Hess, en su prisión de Spandau, donde acabó sus días, en cumplimiento de la sentencia del Tribunal de Nürenberg, proclama como un programa patriótico, asumiendo los horrores -para él, las bellezas- del holocausto.
Este drama de Costa, uno de los más grandes directores y dramaturgos del actual teatro portugués, es una prueba de cómo la realidad se puede no sólo contar sino profundizar, en la persecución de la verdad, a través y por medio de una historia inventada, de una fábula con la que se imagina lo que ignoramos sobre cómo fueron las largas jornadas de Hess en Spandau. ¿Se arrepintió de los crímenes nazis en aquel encierro? ¿O planeaba en él la revancha para un futuro más o menos próximo?
Es evidente que la ideología nazi no ha muerto, y que su supervivencia no depende de que se prolongue la ancianidad de sus antiguos líderes. Nuevas escuadras se incorporan y recogen aquel "espíritu"; y no es sólo Thomas Bernhard, en el teatro, quien nos avisa sobre estos riesgos que se añaden, por cierto, a las calamidades y los horrores de la "democracia", bajo el imperio del neoliberalismo y del pensamiento único; riesgos -los del nazismo puro y duro- que encuentran su mejor caldo de cultivo en la actual situación del mundo en general.
Es verdad, como se ha dicho, que el gran teatro es aquel que nos hace pensar en otras cosas. Así es con estas piezas de Costa y de Dürrenmatt que ahora han caído, felizmente, en nuestras manos.
Roke Aldekoa
Nº de páginas: 153
PVP: 12 ¬
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