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COLECCIÓN PENSAR

20

"Socialismo siglo XXI.
¿Hay vida después del neoliberalismo?"

Atilio Boron
 

Dados los avances de la mundialización ya no existe posibilidad alguna de un desarrollo capitalista autónomo, y lo que provoca esta heteronomía es la profundización de la dependencia y la perpetuación del subdesarrollo. Además, la clase fundamental que impulsó las primeras etapas del desarrollo del capitalismo en los países centrales, la burguesía nacional, se ha extinguido en la periferia y cualquier esfuerzo por resucitarla está condenado al fracaso, como lo demuestra sobradamente la experiencia argentina bajo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Esta problemática es la que se examina detalladamente en el primer capítulo del libro. (...)
Así planteadas las cosas, el segundo capítulo se concentra en el examen de las posibilidades abiertas por la necesidad de encontrar una ruta de escape a la plaga neoliberal que afecta a nuestra región.
El capítulo tercero y final de esta obra se propone examinar las perspectivas de un futuro no capitalista para América Latina. La premisa que informa este argumento es que dentro del capitalismo no tendremos futuro alguno, sino la patética eternización de un presente plagado de toda clase de males. Si queremos conquistar un futuro será preciso hacerlo por una vía no capitalista. La vieja consigna acuñada por Engels en el Anti-Dühring y luego retomada por Rosa Luxemburgo, “socialismo o barbarie”, es más actual hoy que ayer. De eso trata, precisamente, el socialismo del siglo XXI.

Nº de páginas: 164
PVP: 17  ¬

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Atilio A. Boron nació en Buenos Aires, en 1943. Se graduó como sociólogo en su ciudad natal en 1965 y luego hizo sus estudios de Magíster en Ciencia Política en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en Santiago de Chile. Involucrado activamente en las luchas populares de finales de los sesentas en Chile permaneció en se país hasta mediados de 1972, cuando luego de múltiples postergaciones hubo de aceptar el ultimátum que le enviara la Universidad de Harvard para realizar llevar a cabo sus estudios doctorales en Ciencia Política so pena de cancelarle definitivamente la beca que le había sido concedida. Concluido su doctorado e imposibilitado de regresar tanto a Chile como a la Argentina se exilió en México, donde permaneció desde mediados de 1976 hasta su definitivo regreso a la Argentina, a comienzos de 1984. En la actualidad es Investigador Superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Profesor Titular de Teoría Política y Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales. Es asimismo Director de la colección Batalla de Ideas de Ediciones Luxemburg.
A lo largo de todos estos años ha enseñado en numerosas universidades e instituciones académicas de América Latina, Estados Unidos y Europa: la UNAM, la FLACSO (México), la Universidad Autónoma Metropolitana (Xochimilco), la Universidad de Columbia en Nueva York, la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) en Cambridge, el Colegio de la Santa Cruz en Worcester, las universidades de Bradford y Warwick en Inglaterra y, como investigador visitante, la Universidad de Notre Dame, en Indiana, Estados Unidos. Fue Vice-Rector de la Universidad de Buenos Aires entre 1990 y 1994 y, entre 1997 y 2006 Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Autor de más de un centenar de artículos académicos y de varios libros, entre los que sobresalen:  Socialismo Siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo? (Buenos Aires: Luxemburg, 2008); Consolidando la explotación. El Banco Mundial y la academia contra el pensamiento crítico (Córdoba: Ediciones Espartaco, 2008);  Reflexiones sobre el poder, el estado y la revolución (Córdoba: Ediciones Espartaco, 2007) e Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri ( Buenos Aires: CLACSO, 2002); Tras el Búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000). Además ha sido compilador de Filosofía política moderna. De Hobbes a Marx (Buenos Aires: Luxemburg, 2008); y Nueva hegemonía mundial. Alternativas de cambio y movimientos sociales (Buenos Aires: CLACSO, 2004). En colaboración con Javier Amadeo y Sabrina González compiló La Teoría Marxista Hoy (Buenos Aires: CLACSO, 2006).  Colaborador  habitual de Página/12 de Buenos Aires y de Rebelión . Buena parte de sus escritos se hallan disponibles en .

Comentarios sobre la obra

Rebelion, 2 de noviembre 2009
Diccionario y accionario del socialismo
Santiago Alba Rico

Dos libros de Atilio Borón

El capitalismo, aparte un conjunto de relaciones económicas impersonales, implica también una política o, más exactamente, un aparato de gestión, al que son necesarios por igual, según lugares y circunstancias, los más sanguinarios pistoleros y los más refinados filósofos (como demuestra Frances Stonor Saunders en su exhaustivo estudio sobre "la guerra fría cultural"). Lo que caracteriza a este aparato de gestión es precisamente su falta de escrúpulos: durante los últimos setenta años ha utilizado alternativa o simultáneamente (con arreglo a criterios geo-estratégicos en un espacio económico desigual) el colonialismo, el fascismo, las dictaduras, las dictablandas, el Estado del bienestar, las instituciones (relativamente) democráticas, las instituciones financieras y los acuerdos comerciales e incluso el fundamentalismo religioso (como en Afganistán o en los Balcanes). Este aparato de gestión es muy versátil y no prefiere el fascismo. Pero tiene en cualquier caso dos límites impuestos por la propia estructura económica que trata de gestionar. El primero enseña que ni siquiera en sus períodos de crecimiento el capitalismo puede generalizar la democracia como procedimiento de gestión (limitada en el mejor de los casos a una región insignificante del planeta). El segundo revela que en el peor de los casos, en períodos de crisis o de recesión, la democracia es el único procedimiento de gestión verdaderamente incompatible con el capitalismo.

En los últimos meses, la editorial Hiru -a la que debemos ya tanto- ha puesto en nuestras manos, como solidas tenazas, dos libros del sociólogo argentino Atilio Borón, sobradamente conocido por los lectores de Rebelión, pero cuya contribución decisiva al pensamiento político y a la sociología emancipatoria latinoamericana era hasta ahora inaccesible en España. Complemento o prolongación el uno del otro -extensión de una línea ferroviaria tendida del pasado al futuro- los dos libros trazan precisamente un mapa meticuloso de la cambiante gestión política del capitalismo en América Latina durante los últimos treinta años y ello con el propósito de desbrozar algunos obstáculos teóricos y adelantar algunas propuestas políticas. Lo raro de los trabajos de Borón es que se inscriben en una tradición que hasta no hace mucho era normal: la de una práctica teórica, rigurosa y operativa al mismo tiempo, que integra a partes iguales la de-finición y la pro-gramación. Las más de 500 páginas de Estado, capitalismo y democracia en América Latina, con su extraordinario espesor temporal, presuponen el principio epistemológico básico de que el diccionario es la primera calle en la que hay que levantar barricadas y de que, frente a la pansemia inducida desde la derecha y asumida perezosamente por una parte de la izquierda, hay algo ya revolucionario en definir bien los conceptos (“fascismo”, “dictadura”, “liberalismo”, “reforma” y, por supuesto, “democracia” son aquí implacable, impecablemente reconstruidos a la luz, o a la sombra, de la historia latinoamericana reciente). Las 160 páginas de Socialismo siglo XXI: ¿hay vida después del neoliberalismo? dejan claro, por su parte, que el marxismo es un diccionario y un accionario y que la pregunta “qué debemos pensar” sólo tiene sentido si sirve para responder a la cuestión impostergable de “qué podemos hacer”: al capitalismo, como lleno material e ideológico, no se puede oponer simplemente un conjuro vacío (¡socialismo!¡socialismo!). En una situación de crisis, de derrota histórica de las izquierdas y de luz todavía vacilante en América Latina, sólo la fusión de un buen diccionario y un buen accionario pueden introducir  en el mundo un clinamen de supervivencia material y justicia social.

Si tengo que empobrecerlos con un resumen casi ofensivo, diré que los libros de Borón aquí reseñados  demuestran de manera irrefutable dos tesis negativas y una afirmativa. Las negativas son 1) la de que el capitalismo y el mercado son incompatibles con la democracia, incluso con la democracia liberal invocada desde sus entrañas (“más democracia implica necesariamente menos capitalismo”) y 2) la de que, si hubo alguna vez una vía capitalista al desarrollo económico, esa vía está agotada (es una “ruta clausurada” para los países llamados “periféricos”). La tesis afirmativa es la de que, al contrario de lo que han pretendido los defensores de la globalización neoliberal, con su yunque hegeliano, sí hay alternativa al capitalismo (y por lo tanto al despotismo político), aunque no basta con nombrarla ni, por supuesto, cabe esperar que comparezca por implosión, de manera automática, con solo embragar las contradicciones internas del sistema, las cuales conducen más bien, dejadas a su propio impulso, hacia la barbarie o el apocalipsis. “Quien quiera hoy hablar de desarrollo (y de democracia) tiene que estar dispuesto a hablar de socialismo”, escribe Borón, y eso significa, sobre todo, tomarse en serio los obstáculos objetivos y subjetivos y excogitar un proyecto y una estrategia ajustados a la dura orografía del terreno (en términos económicos, sí, pero también políticos, antropologicos y ecológicos).

Al final de su vida, en los años 80, en una época que era ya la nuestra, el filósofo marxista Manuel Sacristán resumía los deberes del intelectual-militante en una ceñida divisa de inspiración muy gramsciana: “ni engañarse ni desnaturalizarse”. Es ése el horizonte en el que se inscribe la obra de Atilio Borón. No engañarse quiere decir asumir la desproporción entre las condiciones objetivas y las condiciones subjetivas para el cambio, aceptar que las fuerzas productivas son también fuerzas destructivas, abandonar todas las ilusiones economicistas o, aún peor, tecnologicistas que abonan optimismos irracionales y resignarse, en fin, a operar a partir de una realidad angosta y adversa; significa averiguar “qué podemos hacer” allí donde ni el desprecio por el poder ni los radicalismos metafísicos -tan tentadores, sobre todo, para las izquierdas europeas, condenadas a una actividad puramente “intelectual”- llegan a rozar siquiera el objeto de la lucha. Pero, al mismo tiempo, no desnaturalizarse; es decir, no aceptar esa realidad angosta como el medio ecológico de una supervivencia individual dispuesta a cualquier negociación o componenda en nombre del pragmatismo político; o, lo que es lo mismo, tener siempre presente “qué debemos pensar” a fin de no confundir nunca lo que es posible hacer en un momento determinado con lo que es preciso alcanzar al cabo de un combate siempre incierto, siempre cambiante, en el que -digámoslo con una paradoja- lo único dado de antemano es todo. Lo que da coherencia teórica y eficacia política a la obra de Borón es justamente la integración sobre el terreno de estas dos dimensiones, la que señala rigurosamente “qué debemos pensar” y la que indica tentativamente “qué podemos hacer”,  integración que lleva al sociólogo argentino -a la sombra fecunda de Gramsci, Mariátegui y el Che- a una sensatez descomunal: contra los reformismos claudicantes y los capitalismos de rostro humano, Borón insistirá en la lucha de clases y la transformación radical del modelo económico; contra el espontaneísmo negrista, el comunitarismo autista y los radicalismos inútiles, defenderá las pequeñas conquistas, las “reformas” que revelan los límites del sistema, el “poco” de democracia que, intolerable para el capitalismo, agudiza ya la lucha y atiza las conciencias. América Latina es en estos momentos el centro político del planeta. Sería absurdo pensar que en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador (ni siquiera en Cuba) hay ya socialismo; pero sería más absurdo aún desdeñar, o incluso combatir, esas experiencias, arraigadas ya en instituciones, tan pruriginosas para el capitalismo, so pretexto de que están por debajo del 10 o de que es más bonito transformar el mundo sin tomar el poder.

¿Qué debemos pensar? En Estado, capitalismo y democracia en América Latina Atilio Borón nos proporciona un rigurosísimo diccionario teórico convertido ya, por su consistencia y su perspectiva, en un clásico del marxismo. ¿Qué debemos hacer? En Socialismo siglo XXI: ¿hay vida después del neoliberalismo se atreve además a proponer un accionario político cristalizado en una definición concreta del socialismo futuro (que exige pensar de nuevo la relación público/estatal, la centralización de la economía y la hechura de la democracia y el derecho) y en toda una serie de medidas presentes con las que, en el pugnaz interregno, los nuevos gobiernos latinoamericanos pueden desactivar las “contrarreformas” neoliberales de las últimas décadas: reconstrucción del Estado, anulación de la deuda externa, reforma tributaria, reforma agraria, etc.

Diccionario y accionario, pues, se conjugan en estas dos obras imprescindibles para demostrar que “hay vida después del neoliberalismo, que otro mundo es posible y que la historia todavía no ha dicho su última palabra”. Pero para esto -dejemos la última palabra al propio Atilio Borón- “es preciso que las fuerzas políticas y sociales de izquierda tengan claridad teórica para “leer” correctamente la coyuntura nacional e internacional y determinar con precisión la correlación de fuerzas en pugna; eficacia organizativa para atraer, encuadrar y organizar la resistencia y las luchas del campo popular; y capacidad didáctica para diseminar el pensamiento crítico en el conjunto de las clases y capas subalternas. De lo contrario, pueden caer en un “revolucionarismo retórico” tan desacertado como estéril y que sólo ha servido para que la izquierda sectaria practique su pasatiempo favorito: inventariar y denunciar a la legión de líderes “traidores” y organizaciones renegadas que a lo largo de la historia abortaron con su indecisión y cobardía la infinidad de procesos revolucionarios que, según su frondosa imaginación, se hallaban en curso en los más apartados rincones del planeta”.

 

Altermundo, noviembre 2009  
Reseña de Alfredo I. Diéguez

SOCIALISMO SIGLO XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo?
O desenvolvemento económico das periferias do sistema dentro do marco do capitalismo non é máis que un mito invocado dun xeito moi persistente e persuasivo polos voceiros do sistema económico capitalista, como ben demostra a historia dos últimos séculos. Velaí a tese que sostén Atilio Boron no seu libro Socialismo siglo XXI: ¿hay vida después del neoliberalismo? (Hiru, 2009), no que afirma que o capitalismo é o camiño máis seguro para perpetuar o subdesenvolvemento da periferia mundial. 
A historia de países como Brasil, Arxentina ou México, que o autor tan ben coñece, son a demostración máis evidente de que malia o crecemento económico, ás veces continuado ao longo de varias décadas, para os países da periferia é imposible alcanzar un grao de desenvolvemento económico semellante ao dos países do centro dentro do marco capitalista, pois non existe ningún camiño que permita o tránsito da periferia ao centro, cando menos dentro das regras impostas polas institucións económicas internacionais, que se encargan de impor mecanismo que garantan a perpetuación da dependencia. 
A única posibilidade de escapar ao subdesenvolvemento é, como sinala Atilio Boron nas páxinas deste libro, mediante a superación do sistema capitalista, que non sempre é posible, malia que se dean as condicións obxectivas de exclusión, pauperización e crececente explotación, debido á eficaz dominación ideolóxica das clases posuidoras sobre as conciencias do pobo explotado. A recente historia de América Latina ensínanos as condicións de posibilidade dos novos procesos revolucionarios, unha lección da que en Europa temos moito que aprender.

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GALICIA HOXE, noviembre 2009
ALFREDO IGLESIAS DIÉGUEZ

Hai vida alén do neoliberalismo?

Abofé que si: o socialismo do século XXI. Velaí a resposta do pobo latinoamericano, que o coñecido sociólogo Atilio Boron estuda no seu recente libro Socialismo siglo XXI: ¿hay vida después del neoliberalismo? (Hiru, 2009). A tese defendida por Boron a partir da análise dos recentes acontecementos históricos é ben sinxela, o que non quere dicir incorrecta (como moitas veces pretenden aducir os defensores de que só o que se expón dun xeito complexo (adoito, confuso), é verdadeiro, porque reflicte a complexidade dos fenómenos). Vexamos, pois, o alegato de Boron na defensa de que a única alternativa ao neoliberalismo é o socialismo do século XXI.

Primeiro, Boron argumenta, analizando a historia recente dos países latinoamericanos, que a vía do desenvolvemento para os países da periferia mundial está pechada dentro do capitalismo. Velaí están os casos de Arxentina, Brasil ou México, que malia o crecemento económico, ás máis das veces continuado durante varias décadas, non lograron alcanzar o grao de desenvolvemento económico dos países do centro debido, precisamente, á súa condición periférica. Efectivamente, á marxe do que sosteñan os voceiros do discurso ideolóxico neoliberal, a realidade mostra que as políticas neoliberais só produciron pobreza, marxinación e exclusión en amplos sectores sociais, unha enorme concentración de riqueza en poucas mans e unha maior dependencia do exterior.

Fronte a esta situación, o pobo asumiu o seu protagonismo social nos anos noventa con masivas mobilizacións na Arxentina, que remataron coa caída de De la Rúa; no Brasil, lideradas polo Movemento dos Traballadores Sen Terra e polo Partido dos Traballadores, que culminaron coa chegada ao poder do líder metalúrxico Lula da Silva; en Venezuela, que culminaron coa chegada ao poder de Hugo Chávez e o inicio en 2002 dun proceso revolucionario; en Bolivia, onde as mobilizacións indíxenas e populares remataron coa chegada ao poder do MAS, liderado polo traballador cocaleiro Evo Molares...

Ora ben, como moi ben sinala Boron, non abonda con chegar ao poder, cómpre desenvolver unha acción de goberno consistente en reconstruír o Estado, anular a débeda externa, combater a pobreza, desenvolver unha profunda reforma tributaria, relanzar unha política de investimentos públicos en educación, saúde, vivenda... realizar unha profunda reforma agraria, reconstruír os marcos regulatorios dos mercados e, finalmente, desenvolver unha nova estratexia de de-senvolvemento baseada na reconstrución do mercado interno. Non obstante, se unha vez desprazados do poder os gobernos conservadores, os novos gobernos progresistas, non se apoian nun partido que exerza a función de príncipe colectivo popular á que se refería Gramsci, e non involucran ao pobo, o verdadeiro suxeito da transformación social e política de América Latina, nun claro proceso transformador fomentando a democracia participativa e o control democrático das actividades económicas, estanse a sementar as condicións do retorno da dereita.