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COLECCIÓN PENSAR

4

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1

"La técnica y el tiempo. El pecado de Epimeteo"

Bernard Stiegler

Obra en 3 volúmenes (vol. 2 ver en siguiente página, vol. 3 ver nº 10 de esta colección)
 

La tradición que hace de Prometeo (el que ve por anticipado, el previsor) el padre mitológico de la técnica y del progreso tecnológico, olvida la figura de su hermano gemelo Epimeteo (el descuidado u olvidadizo, el que ve sólo demasiado tarde, una vez consumadas las cosas), de cuyo pecado de omisión, que deja al hombre desnudo y desarmado frente a la naturaleza, se deriva la peculiar condición de la humanidad, asociada inalienablemente a esa conquista del espacio y del tiempo que, a través de la exteriorización de la técnica, lo inscribe sin remedio en la conciencia de la muerte. A partir de la confluencia entre estas dos figuras geminadas y contrapuestas, Bernard Stiegler aborda la revolución tecnológica en su radical autonomía, en el seno de una estirpe al mismo tiempo antropológica y filosófica a cuya luz se adivina el surgimiento casi, diríamos, filogenético de un hombre nuevo, un hombre en otra escala, un sobre-hombre del que apenas si sabemos algo todavía pero que debemos analizar lejos tanto del rechazo apocalíptico como del entusiamo tecnomaníaco si queremos afrontar el cambio de época en condiciones de comprender, y quizás gestionar, el proceso de decisión. De Leroy-Gourham a Heidegger, el primer tomo de este libro exigente, riguroso e indispensable, plantea el angustioso interrogante de la revolución tecnológica      en la encrucijada múltiple de la historia de las técnicas, la filosofía, la paleontología, la mitología y la investigación cultural.

Filósofo francés, doctor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es profesor de filosofía en la Universidad de Compiègne, donde ha creado la unidad de investigación COSTECH (Conocimientos, organizaciones y sistemas técnicos). Ha dirigido numerosos programas de investigación en el ámbito de las técnicas numéricas aplicadas al texto, la imagen y el sonido y ha colaborado con Jacques Derrida en la redacción de varias obras sobre la televisión y las nuevas tecnologías. De 1996 a 1999 fue director general del Instituto Nacional de Medios Audiovisuales (INA) y en junio del 2002 fue nombrado director del prestigioso Instituto de Investigación y Cooordinación Acústica/Música (IRCAM), fundado por Pierre Boulez.

Nº de páginas: 412
PVP:  20 ¬

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Comentarios sobre la obra

STIEGLER: PENSAR LA TECNICA, PENSAR LA POLITICA

Mario Sei

Publicados en la colección Pensar de la editorial Hiru, acaban de aparecer los dos primeros volúmenes de La técnica y el tiempo, del filósofo francés Bernard Stiegler, ya traducido al inglés y al alemán. Profesor en la Universidad de Compiègne desde 1988, Stiegler es informático además de filósofo. De 1996 a 1999 dirigió el Instituto Nacional Francés de Medios Audiovisuales (INA) y desde diciembre del 2001 es director del Instituto de Investigación y Coordinación Acústico-Musical (IRCAM). En colaboración con Derrida ha publicado Ecografía de la televisión.

La técnica y el tiempo es una profunda reflexión sobre la naturaleza del objeto técnico y sobre las características de la técnica contemporánea que radicaliza cuestiones de una actualidad extrema, pero que el alud de discursos y ensayos sobre las nuevas tecnologías apenas si mencionan.

Desde sus orígenes, el pensamiento filosófico ha considerado la técnica o con desprecio, como lo opuesto del saber epistemológico y verdadero, o con desinterés, dado que el instrumento técnico se inscribía en la categoría trivial y neutra de los medios destinados a realizar objetivos planificados previamente por la razón. Este descuido de la tecnicidad de la existencia parece extraña si nos atenemos al hecho de que el propio pensamiento griego, en uno de sus más famosos mitos, el de Prometeo, había asociado indisolublemente el nacimiento del hombre al nacimiento de la técnica. Apoyándose en las investigaciones de Jean-Pierre Vernant, Stiegler nos ofrece una brillantísima lectura de este mito, el cual es confrontado con la analítica existencial heideggeriana para señalarnos sus límites. Ni Heidegger ni Habermas pueden ayudarnos, según Stiegler, a indagar en profundidad la paradoja que ambos, sin embargo, han revelado: el hecho de que la técnica parece haber dejado de ser una potencia del hombre para convertirse en un sistema autónomo y transformarse en una potencia contra el hombre. Y si Marx representa sin duda una ruptura respecto del pensamiento tradicional y un punto de referencia esencial, la comprensión de la técnica que el pensamiento marxista nos ofrece sigue refrenada en el sentido de la relación entre medio y fin.

Es la antropología de Leroi-Gourhan la que proporciona a Stiegler numerosas sugerencias para elaborar su propio pensamiento. La técnica es entendida, en general, como un proceso de exteriorización que consiste en la fijación de gestos, prácticas, pensamientos, en la materia orgánica. La piedra, la madera, el hueso, transformados en heramientas, se convierten en la "interfaz" mediante la cual la materia viva que es el hombre entre en relación con el ambiente circundante. El objeto técnico es una concretización del gesto y en este sentido, a partir de las primeras flechas de silex tallado, el gesto trasnformado en objeto- entra en la historia o, más exactamente, constituye en el sentido estricto de la palabra la historia en cuanto tal. La materia orgánica organizada en la herramienta, precisamente en la medida en que deviene externa, asume una autonomía propia e introduce en la historia de la vida un proceso evolutivo entre hombre y ambiente que podríamos definir como dialéctico, en el sentido de que la primera herramienta es también el primer objeto para un sujeto. El yo y el otro nacen, en efecto, inevitablemente juntos, y la transformación del uno implica la transformación del otro. La técnica es una continuación de la vida con otros medios que la vida misma. Si, en efecto, la continuidad de la vida orgánica depende de una memoria genética que transmite los caracteres de la especie (genotipo) en los cuales se insertan elementos individuales (fenotipo), la técnica es por tanto un tercer tipo de memoria inscrita en los soportes de la materia orgánica. Sólo la existencia de esta memoria artificial nos autoriza, en el caso del animal "hombre", a afirmar una evolución "cultural" e histórica. En este sentido, son particularmente apasionantes los capítulos que Stiegler dedica al análisis del fenómeno de la escritura y al nacimiento de las primeras idealidades matemáticas.

Concebir la técnica como depósito y sedimentación de la memoria significa asimismo ver en cada sistema técnico constituido un conjunto de gestos, de prácticas, de saberes, que existen siempre antes del nacimiento del individuo singular. Es sobre este material pre-existente que cada hombre encadena su propia existencia, se constituye como sujeto y se experimenta al mismo tiempo como igual y como diferente respecto de los miembros de la comunidad a la que pertenece. Estructura ésta que es también la del lenguaje, pero que el lenguaje, al contrario de lo que cree gran parte de la filosofía analítica, no puede producir por sí solo.

Si la exteriorización técnica debe ser concebida en los términos de memoria "objetiva" y colectiva, ¿qué consecuencias comporta una prodeucción industrial de la misma? Cuestión que asume inmediatamente una dimensión política. Desde la revolución industrial, pero en modo crucial tras la segunda guerra mundial, la sociedad humana se ha precipitado en un ritmo de innovación permanente: si hasta el siglo XIX la estabilidad era la regla y la transformación la excepción, hoy la relación se ha invertido y es la estabilidad la que se ha vuelto excepcional. Si hasta ayer la ciencia aseguraba tener como objetivo esencial la descripción de las leyes invariables del ser, hoy como nunca antes, fundida con la técnica y dependiente del aparato industrial, la tecno-ciencia es el principal factor de transformación e innovación. Las biotecnologías no son más que la punta del iceberg: el "decir" de la ciencia es un "hacer", lo descriptivo es performativo. Por lo demás, resulta ya incontestable que el único motor reconocible del proceso general de innovación es la rentabilidad, es decir, la posibilidad de convertir cada cosa en ese equivalente general que es el capital, el cual funciona en simbiosis con ese otro factor que se ha convertido en otra fundamental unidad de medida: la información. Habiendo sido siempre "memoria artificial", la tecnología contemporánea conoce posibilidades de almacenamiento y producción incomparables por relación al pasado, pero son precisamente estas enormes posibilidades las que hacen aún más acuciante la cuestión política en efecto- de los criterios de organización y de selección de la memoria.

Stiegler analiza como informático, y no sólo como filósofo, la temporalidad específica que las nuevas tecnologías ponen en obra. A través de un profundo re-examen de la temporalidad de la conciencia tal y como fue descrita por la fenomenología de Husserl, se interroga sobre la posibilidad de elaborar una síntesis, es decir, sobre la posibilidad de ejercitar la facultad del juicio en la tentativa de superar la desorientación en la que nos sentimos sumergidos. La técnica y el tiempo, por el modo en que entrelaza los capítulos más significativos de la tradición filosófica con la situación contemporánea constituye y lo será por mucho tiempo- una obra fundamental capaz de suscitar los más profundos interrogantes.

 

Bernard Stiegler, la vocación filosófica

Iñaki  Urdanibia

No es la primera vez que alguien escribe sobresalientes páginas en situación de encierro (Gramsci, Negri, Hoh Chi Minh, Sade…), el caso que traigo a esta página tiene su particularidad. El año pasado cayó en mis manos un librito en el que un autor -hasta entonces desconocido para mí- daba cuenta de cómo el <> (atraco a mano armada) le supuso <>. En tal situación de soledad (y la estricta balización de lo exterior y lo interior), el joven de 26 años, vio que surgía en él el impulso, la pasión que le llevaba a preguntarse acerca del origen, de la ubicación del yo en un nosotros, de la implicación del quehacer filosófico en la Ciudad, de la búsqueda de una filosofía materialista comprometida con su tiempo. Ese devenir-filósofo en acto, surgió en la cárcel, <práctica filosófica, de fenomenología experimental, y del paso a los límites de la fenomenología, después de ese “paso al acto”, que no tenía, en sí, estrictamente nada de filosófico>>. No hay bien que por mal no venga, ya que a partir de entonces Bernard Stiegler no ha parado de filosofar, guiado por el centro de gravedad de la ciudad y la materia (escenario inaugurado por Sócrates y los presocráticos), y ha ido consolidando una sólida filosofía alejada de las facilonerías de la autoayuda o las jaculatorias conformistas que embellecen el status quo, actividad que en su país, por ceñirlos a él, tienen su campo de expresión superabonado en medios de comunicación y hasta en los mismos sillones ministeriales (Ferry).

Resulta significativo que quienes apoyaron el quehacer filosófico de Stiegler, como él mismo señala en las primeras líneas de su magna obra, fueron algunos nombres célebres del panorama filosófico de su país como Jacques Derrida, Jean-François Lyotard, Paul Virilio o Régis Debray, entre otros, cuyos nombres suelen ser incluidos por la <> -como les calificase el autor de <>- entre los pertenecientes a <>, y entre los <>, cuando de hecho son éstos indudablemente los que impulsan la tarea del <> de que hablase Michel Foucault, y no los guardianes del orden y la ley, los defensores acérrimos del <> y del romo sentido común que lo único que hacen es repetir bellas citas rebosantes de humanismo ramplón y maniqueo. Así pues, Bernard Stiegler apoyándose en los autores mentados e igualmente en Leroi Gouhran, Heidegger, Deleuze, Vernat, Ricoeur… -cuyos nombres ya vienen a indicar en entrecruzamiento de antropología, mitología, paleontología, y por supuesto filosofía- va rastreando el papel esencial que juega la técnica en la propia constitución de lo humano, y ello a pesar de que fuese el mismísimo Platón quien expulsase la técnica junto a las artes de la polis por ser deudoras del artificio. Restituye así el lugar debido a tal actividad humana tratando de hallar el debido equilibrio entre las tan habituales <> y <>; la primera erigiéndola a los altares de cualquier sociedad que se precie, mientras que la segunda, huyendo de ella como si de la peor plaga se tratase. Cruzando las fronteras antes aludidas y centrándose en la actualidad y los distintos flujos materiales (científicos, relacionados con lo biológico y lo lingüístico) que se dan en el seno de las sociedades y que asoman bajo distintas caras(militar, sanitaria…). Hurgando en el por qué de la unión indisoluble entre la técnica y el tiempo y en el cómo se relacionan dependiendo de las distintas épocas, y los distintos avances proteícos que en cada cual se van dando… Mantiene Stiegler, no obstante sobre todas las cosas, el constante combate contra la atomización social, contra la constitución de sociedades-rebaños, atravesadas por el control y por redes uniformizadoras de los simbólico, que hacen coincidir hipersincronización que da como resultante hiperdiacronización en estas sociedades hiperindustriales.

Y así frente a la malditización ambiente (<> y otras monsergas) que sustituye al pensamiento, a la crítica y a la invención (es decir, al combate), Bernard Stiegler no cesa en la pelea por clarificar el futuro, tratando de hacerlo nuestro, intentando evitar la disolución del lazo social y apostando por la búsqueda de un proceso de transindividuación que combine el yo con -o dentro de- un nosotros, basado en la amistad y en la solidaridad… y como muestra de su incesante actividad ahí están sus recientes <> y <>, además de los dos siguientes tomos, que está preparando, de su <> (IV. Symboles et diaboles , ou la guerre des esprits y V. Le défaut qu´il faut) que a buen seguro editará la hondarribitarra Hiru.

Eso sí, no se arrimen a estas obras quienes buscan lecturas apresuradas y facilonas; leer a Bernard Stiegler, sus obras no han de pasar desapercibidas, exige paciencia y atención, la recompensa está garantizada.