Desde nuestras tribunas de opinión, ha sido habitual medir la realidad política cubana con el patrón que más hemos dado en considerar de nuestra propiedad: las ideas de “democracia”, de “división de poderes” o de “Estado de derecho”. Ahora bien, Cuba podría ser también una buena vara con la que medir los contornos de nuestros mitos, nuestras ilusiones y nuestras mentiras. Hubo un tiempo en que se decía que Cuba era el laboratorio para las esperanzas de América Latina. Se invirtieron no pocos esfuerzos en desmantelar ese laboratorio y muchos más en frustrar esas esperanzas. Pero los avatares de la Historia no pueden restar ni un ápice de razón a lo que allí se estaba experimentando: el intento, en realidad genuinamente ilustrado, de constituir una ciudad política que dependiera por entero de sus buenas y de sus malas leyes. En este y en otros muchos sentidos, Cuba es, todavía hoy, lo que nosotros decimos ser: una sociedad en la que la instancia política, la argumentación y el diálogo tienen en sus manos los destinos de su ciudadanía. Frente a ello, nuestra realidad parlamentaria, secuestrada por las leyes del capitalismo y la voluntad de sus gestores, atiborrada de propaganda, viciada de evidencias prefabricadas, vendida a intereses en lugar de comprometida con argumentos, ofrece el espectáculo de un juego degradante y vacío, tal y como si la humanidad no hubiera abandonado la minoría de edad pre-ilustrada más que para empeñarse en desembocar en un estado de subdesarrollo intelectual y de infantilismo político y moral.
Alfonso Sastre (escritor), Carlos Fernández Liria (filósofo), Santiago Alba Rico (filósofo), Carlo Frabetti (matemático), John Brown (escritor), Belén Gopegui (escritora).
Nº de páginas: 274
PVP: 17 ¬
Comentario sobre la obra
Discutamos sobre la revolución cubana
María Toledano
Rebelión, 15 abril 2005
A ustedes les toca la gran tarea de fijar las peripecias,
contingencias, perfiles y triunfos de nuestra Revolución
Alejo Carpentier
Talleres del periódico Granma,
15 de enero de 1975
Resulta difícil hablar con sinceridad y argumentos de la revolución y del socialismo cubano sin ser acusado de cualquier cosa. Los autores de este libro lo saben. En la voluntad de pensar y escribir (términos que no siempre caminan juntos) sobre este hecho político trascendental del siglo XX -cuya evolución prosigue en la actualidad- se manifiesta el deseo de fijar sus puntos de vista, una mirada crítica. Lejos de la complacencia y la celebración, este compendio de ideas invita a un recorrido a través de las señas de identidad del socialismo en marcha. Alfonso Sastre, abriendo el fuego, declara que nos encontramos ante un libro insólito. Es cierto. El pensamiento dominante en Occidente, impulsado por la maquinaria ideológica de EE.UU. y sus aparatos de reproducción, ha llevado al comunismo, es decir, a la democracia, al rincón de la basura. La fuerza del capital, de la propiedad privada de los medios de producción y de la verdad única hace que este compendio sea necesario, imprescindible, para todos aquellos que alguna vez hayan pensado -por su cuenta y a fuerza de sentirse solos- que existe otra forma de acercarse a la realidad. Es más, que la realidad no es el espejo del confort y la necesaria competitividad sobre el que descansa el sistema de opresión mundial.
Casi sin querer, como si de un desliz se tratase, líneas arriba se ha afirmado que el comunismo -también en su peculiar versión cubana- es la democracia. Los autores del libro lo intuyen, lo explican, lo sienten. Los estados de neón -donde la injusticia regentea, donde la precariedad es norma, donde las desigualdades de género son palpables y los bajos salarios y los abusos del poder impiden el desarrollo de la condición humana- no son democracias. El comunismo, por tanto, en su aspiración a la igualdad, negando toda forma de explotación, es la verdadera y real democracia. Muchos -incluso los escasos socialdemócratras de buena fe- se sorprenderán con afirmaciones de esta naturaleza. La igualdad (en un sentido amplio del término) debe ser el cimiento de la sociedad democrática. El estado de derecho -una conquista burguesa frente a los poderes de la aristocracia, una forma compleja y sutil de regulación de la injusticia cotidiana- es sólo un capítulo, un paso (pequeño y, a veces, tramposo) hacia el socialismo. No es un fin, no es el destino final del tren de la historia. Es el arranque del viaje. Es la condición necesaria -hoy por hoy y teniendo en cuenta las circunstancias objetivas- para ahondar en la senda (perdida) del socialismo transformador. Los autores del libro lo saben, lo sienten, lo intuyen. En su diferentes maneras de expresión, desde un acalorado texto autobiográfico (Fernández Liria) hasta un sobria pieza (casi) brechtiana (Gopegui), pasando por las inteligentes entrevistas de Santiago Alba (y un texto de profundo recorrido histórico) o las reflexiones de Brown y Frabetti palpita el deseo de superación de la legitimidad que el estado de derecho ha concedido al capitalismo (o al revés). Es posible que Cuba no sea todavía una sociedad socialista, es posible que sus desajustes burocráticos y algunos errores cometidos desde 1959 sean graves, pero parece obvio que, teniendo enfrente a EEUU, es lo más parecido a una sociedad de iguales (con un recuerdo para Babeuf) que se puede encontrar al este (y al oeste) del edén del mercado.
No es fácil hablar del socialismo cubano. No es fácil, en ocasiones, reconocer la estela de la revolución en medio de la gigantesca maraña de mentiras difundidas por EEUU y sus empleados. Esta nota está escrita apoyándose en la obra de Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Quizá conocer la historia íntima de Cuba, con sus requiebros y vicisitudes, sirva para valorar los logros concretos de la revolución, su fuerza simbólica, la determinación de un pueblo sano y culto que se levanta cada día con la intención de perseverar en su ser, en su ser revolucionario. Este un libro valiente. Un libro azul, azul como una naranja, con el que se debe conversar.
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UN COMBINADO REFRESCANTE
Mugalari, mayo 2005
Fito Rodríguez, Universidad del País Vasco.
El ambiente político contra Cuba está caldeándose.. La Sociedad de Naciones reunida en Ginebra acaba de decidir que en la isla más grande del Caribe no se respetan los derechos humanos y, por lo visto, no se refieren a la base norteamericana de Guantánamo sino al gobierno de Fidel Castro. No hace mucho que la escritora madrileña Belén Gopegui se ha visto inmersa en una campaña de beligerante descrédito por el hecho de haber intentado en su última novela, “El lado frío de la almohada”, acercarse a la comprensión de la situación actual de la revolución cubana. Muchos de los que hasta entonces admiraban públicamente su estilo literario muestran hoy su crítica beligerante contra ella porque, supuestamente, hace apología del castrismo. Siempre resulta curioso ver aflorar a ese tipo de críticos que pretenden aproximarse a los textos sólo desde una perspectiva formal y/o estética pero que, cuando la ética que ellos mismos manejan puesta en cuestión, pierden todas los formas en un indisimulado criticismo de contenidos. La editorial vasca Hiru, en la estela de Gopegui, también nos ha ofrecido ahora en su reciente libro CUBA 2005 una aproximación a la controvertida situación del socialismo caribeño para posibilitar una comprensión crítica de la misma. Y es la propia Belén Gopegui la que cierra este volumen/compendio con un pequeño drama en el que, cómo ya hizo en su día Alfonso Sastre ( en el caso que nos ocupa, autor del prólogo) en su ensayo “ Los Intelectuales y la Utopía” ( publicado por la editorial Debate en la interesante serie “Contratiempos” o “Panfletos de pensamiento radical”), distintos personajes van haciendo aparecer los pros y los contras de la revolución cubana en una supuesta mesa redonda organizada sobre el tema. En ella, al quedar en entredicho el componente necesariamente “asimétrico” del concepto de tolerancia, la permanente “asimetría” desde la que la opinión pública occidental analiza lo cubano, queda claramente al descubierto.
En la misma línea, aunque con un estilo muy distinto, nos ofrece Carlo Frabetti cinco artículos que, si bien ya habían visto la luz anteriormente en distintos soportes, son reunidos por el autor para esta especial ocasión. Ocasión que, en absoluto ha querido tampoco desaprovechar John Brown, quien hace una encendida defensa del modelo comunista cubano en el artículo, quizás, más apologético de todo el libro.
Aunque parezca mentira, bastante más crítico con la revolución cubana que el propio John Brown se muestra el ministro de cultura Abel Prieto en la entrevista que le realiza Santiago Alba, quien aprovecha para dejar testimonio de su valía literaria en otro articulo no carente de interés. Abel Prieto, por su parte, no tiene empacho en criticar públicamente los fallos de su gobierno ni evita proponer soluciones a los mismos.
De cualquier manera, a mi entender, es la aportación del filósofo Carlos Fernández Liria la que provee del empaque necesario al libro y de fuste al combinado de muy diferentes estilos y articulistas. Sin caer en la apología, antes al contrario, intentando profundizar en las bases culturales y discursivas de la revolución cubana, Fernández Liria nos presenta a la Cuba actual como el único lugar en el mundo donde pueden aplicarse, también con sus sombras, las luces de la Ilustración. Cuestiones del tipo de ¿ hay alguna manera más adecuada y eficaz de organizar la vida social que la razón política?, o ¿La argumentación racional debe ser la única vía para organizar la sociedad? no constituyen, de ninguna manera, preguntas fútiles sino que, por encima incluso del caso cubano, sirven para pensar y replantear la organización política en el mundo actual.
Hoy en día, cuando Modernidad e Ilustración son puestas en solfa, reflexiones de esta lid son un verdadero acicate para ayudar en la comprensión de un mundo cada ver más complejo donde el caso cubano no deja de ser una excepción a la regla ultraliberal que, por lo menos, incita a la producción de pensamientos necesariamente tan diferentes como disidentes.
Es por todo ello que este conjunto de géneros: ensayos, artículos y drama que, combinados, constituyen el reciente libro de Hiru Cuba 2005, nos trae también el aire fresco que nos permite, todavía, ser críticos y razonables, políticos y revolucionarios en un mundo (poscontemporáneo, que diría Frabetti) que ha querido relegar esas actitudes al olvido, el ninguneo y/o al infierno. En esas situaciones, digo, la oferta de Hiru sigue siendo un combinado refrescante y apetecible. Que os aproveche...
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Cuba 2005 (Hiru, 2005)
C. Fernández Liria., S. Alba Rico, C. Frabetti, John Brown, B. Gopegui
Texto: R. L.
05-2005
Si algo no se puede negar por lo que toca a las discusiones habituales acerca de Cuba es que las posiciones están bien establecidas. De un lado, una mezcla de lacayos públicamente financiados por la CIA (como Reporteros sin Fronteras) e intelectuales con una manifiesta incapacidad para el pensamiento racional (como Rosa Montero) vienen a decir que no existe ninguna diferencia entre las restricciones a los negocios privados en Cuba y la destrucción del gueto de Varsovia. De otro lado, los funcionarios cubanos y sus acólitos les responden, no sin parte de razón, que si tanto aprecian el pluripartidismo y la libertad de prensa, por qué no prueban a presentarse a unas elecciones municipales en Cali o a criticar a Bush en la Fox. A los adversarios del gobierno cubano también les suele hacer mucha gracia los logros materiales de la revolución, que proceden a ridiculizar de modo inmisericorde. Claro que todo depende de en qué situación se encuentre uno: cabe imaginar que Cabrera Infante se replanteó las bondades del sistema capitalista mientras la sanidad (es un decir) pública inglesa acababa con su vida. A su vez, los fans de Fidel Castro –esa gente que considera que los mojitos gozan de alguna clase de privilegio ontológico– tienen problemas para entender que no es lo mismo la justificación del intervencionismo estatal cubano y la sumisa aceptación de cualquier elemento, por disparatado que sea, del socialismo tropical. Por el contrario, Cuba 2005 es un intento exitoso de sentar las bases para pensar y defender una Cuba real poblada no por titanes vestidos de verde oliva sino por gente voluntariosa, balseros y gobernantes aferrados –como todos– a sus poltronas. El carro que tira del libro es un desternillante artículo de Carlos Fernández Lirira –con viaje a La Habana más lumpen incluido– que resume la tesis que subyace a los otros textos: Cuba es un país en el que la política no está secuestrada por el mercado y en el que, por tanto, las leyes y los gobernantes –buenos o malos– no son un mero elemento decorativo de las fluctuaciones bursátiles.